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urbanismo

Bilbao estrena rascacielos

165 metros DE ALTURA

«Nos espera un Bilbao más vertical»

Torre Iberdrola, el edificio más alto de Euskadi, acaba de coronar el ’skyline’ de la villa, que inició su estirón hace 60 años con el primer rascacielos


06.03.10 - 02:37 -
Y eso que cambiar de forma tan notable la silueta de una ciudad que se ha ganado a pulso el apodo de ’botxo’ tiene mérito. No es fácil destacar en un enclave rodeado de montañas que todo lo empequeñecen. Pero, a fuerza de metros y, sobre todo, gracias a una ubicación y una perspectiva elegidas con mimo, puede decirse que la torre se ha impuesto a la orografía bilbaína, tan poco indulgente con las construcciones que tienen afán de destacar. La torre es omnipresente. «Vayas donde vayas, te la encuentras, y eso que no es chillona ni llamativa», resume Carlos Iturriaga, el arquitecto coordinador del proyecto, casi como quien confiesa una travesura. A su juicio, el secreto para convertirse en el centro de las miradas es el lugar donde se erige, que sigue el eje de la calle Elcano y ofrece una perspectiva con mucho interés. También influye que no se ha tenido que «pelear» con el entorno: «No disputa espacio arquitectónico al Guggenheim ni al Euskalduna, por ejemplo». Así, como ocurre en el cine con las grandes divas, el rascacielos de César Pelli evita compartir plano con otras bellezas.
La torre culmina el estirón que la capital vizcaína inició hace más de sesenta años con el emblemático edificio de Bailén (1946), una torre de 43 metros que los sobrecogidos habitantes de la villa no dudaron en bautizar como ’el rascacielos de Bilbao’. Fue la primera construcción de este tipo en la ciudad, el abuelo de todos esos edificios de gran altura que después han ido dibujando el peculiar ’skyline’ bilbaíno. Peculiar porque es sorprendentemente ’laico’ -apenas destacan en su contorno iglesias y catedrales, referentes fundamentales de casi todas las ciudades- y porque sus edificios más señeros se recortan contra las montañas, debido al especial relieve de la villa. Por eso, según apuntan algunos expertos, habría que hablar de ’urbanline’ o, ya metidos en bilbainismo, inventar el concepto exclusivo de ’botxoline’.
Se le llame como se le llame, lo cierto es que el perfil de la capital vizcaína ha cambiado sustancialmente con la llegada de su miembro más alto. Una transformación a la que arquitectos de renombre, como Emilio Puertas -autor y director del proyecto de reforma del Mercado de La Ribera- han dado la bienvenida. «La modificación del ’skyline’ comunica el vigor y la vitalidad de una ciudad, es una metáfora de la vida. La quietud es sospechosa, significa la muerte», indica. Según señala, la incorporación de los últimos colosos a la trama bilbaína se ha hecho de forma moderada: «Además, Bilbao cuenta con tejido para soportar lo que hay e incluso más, no hay una saturación de densidad. No es Shanghai ni Hong Kong, ni creo que se vaya camino de esas hipertrofias». Lo que ocurre es que es lógico que se apueste en algunos puntos concretos por torres del tipo de la de Iberdrola. «En Abandoibarra, los 50.000 metros cuadrados de este edificio, si se dispusiesen en una construcción de planta baja más cinco alturas, se comerían el parque....». Pero en el auge de los rascacielos hay algo más que razones prácticas. Según Puertas, convertirse en una referencia geográfica, como ha ocurrido en este caso, «es un signo de prestigio para la empresa o institución, casi una consecuencia darwiniana».
«La operación de Iberdrola para hacerse con un icono de imagen exitosa ha sido redonda», asiente Javier Cenicacelaya, catedrático de Arquitectura en la UPV. Sobre todo, porque la torre no tiene competencia directa. Según recuerda, el ’masterplan’ previsto para la zona que ahora acoge el rascacielos contemplaba una ’minicity’ con más torres, «idea que no llegó a prosperar porque Bilbao no es ni Londres ni Frankfurt». Y el hecho de no tener compañeras de su estilo la hace despuntar especialmente. «Se ha convertido en un símbolo en la medida en que destaca, qué duda cabe -afirma-. ¿Qué torre llama la atención en Shanghai, por ejemplo, donde hay muchos rascacielos altísimos?». De momento, Cenicacelaya ve los gigantes de Bilbao bien repartidos. Pero alerta de que, si el equilibrio actual se rompiese y empezasen a aflorar construcciones de este tipo por doquier, habría una ilustre víctima colateral: el Ensanche bilbaíno, «uno de los más hermosos de Europa, con una arquitectura ecléctica de gran nivel». Creado en el siglo XIX, destaca por su belleza, no por su altura -las ordenanzas constructivas de la época eran muy estrictas-, y podría acabar ’engullido’.
Segunda juventud
Pero, de momento, no hay motivos para el alarmismo. Luis Suárez y Asier Santas, socios del estudio Suárez Santas Arquitectos, afirman que Bilbao «tiene condiciones» para poder albergar más torres, aunque «la cuestión no es cuántas más hacer, sino cómo y dónde». En este sentido, «la capital vizcaína está haciendo los deberes», según alaba uno de los principales expertos en torres del país, Javier Quintana, director de la Escuela de Arquitectura del IE, en Madrid, y autor de ’Sueño y frustración’, un libro de referencia sobre los rascacielos. «En el futuro nos espera un Bilbao mucho más vertical -vaticina-. Es normal. Las necesidades constructivas, las tendencias, la sostenibilidad... Todo nos lleva a lo vertical. Por eso los rascacielos están viviendo una segunda juventud». Vamos, que al ’skyline’ del ’botxo’ aún le aguardan grandes novedades, algunas ya sobre el papel, como el proyecto del arquitecto británico Richard Rogers para Garellano o el plan de Zorrozaurre. Y aunque seguramente jamás se convertirá «en una sucursal de Nueva York», como profetiza la bilbainada, desde luego, puede presumir de una silueta espléndida.

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